

Bachar al Asad, el presidente depuesto de Siria, ha huido hacia Rusia y solicitado asilo político tras el colapso de su régimen en la capital, Damasco. La caída de su gobierno es el resultado de una ofensiva insurgente encabezada por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS) y facciones proturcas, que logró tomar la ciudad tras semanas de intensos combates. En un último intento por asegurar su supervivencia, al Asad solicitó a Rusia la creación de un “mini Estado” en la costa mediterránea, pero Moscú rechazó la propuesta, temiendo que contribuyera a la fragmentación de Siria.
La solicitud de un territorio autónomo en ciudades como Latakia y Tartús, donde la comunidad alauí (a la que pertenece la familia de al Asad) es mayoritaria, fue desestimada por Rusia, un aliado clave del régimen sirio durante la guerra civil. El rechazo de Rusia marcó un punto de no retorno para al Asad, quien, al ver que sus aliados internacionales se desentendían, ordenó la disolución de su Ejército antes de abandonar el país el domingo pasado.
El fin de una era en Siria
La coalición insurgente, que comenzó su ofensiva en noviembre desde la ciudad de Idlib, ha logrado éxitos rápidos, expulsando a las fuerzas de al Asad de Alepo, Hama y Homs. En menos de dos semanas, la coalición tomó Damasco, lo que ha dado fin a más de 50 años de gobierno de la familia al Asad sobre Siria. Este cambio dramático deja a Irán y Rusia en una posición complicada, ya que ambos países habían apoyado al régimen de al Asad durante la guerra civil.
El impacto internacional y la situación de Siria
Con la huida de Bachar al Asad, Siria se enfrenta a un futuro incierto. La guerra civil, que ha devastado el país durante más de una década, ahora entra en una nueva fase con la caída del régimen que ha gobernado el país desde 1970. La situación política y militar sigue siendo volátil, con una coalición insurgente que controla partes significativas del país y los intereses de potencias extranjeras como Rusia e Irán en juego.
En este contexto, el papel de Rusia será crucial para decidir el futuro de Siria y sus relaciones con otras potencias internacionales. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención el futuro de un país devastado por la guerra y la caída de uno de los regímenes más represivos del mundo árabe.