

En el corazón de los Pirineos, un paraje increíblemente hermoso y olvidado por el tiempo, se encuentra el ‘Machu Picchu europeo’. Ubicado en la frontera entre España y Francia, este destino ha permanecido casi desconocido durante más de un siglo. Sin embargo, su belleza natural y las ruinas mineras que lo rodean han atraído a los aventureros más valientes.
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El ‘Machu Picchu europeo’ es un apodo que no es casual. Al igual que la famosa ciudadela inca, las ruinas de la mina Mail de Bulard se integran de manera impresionante con el paisaje. La ubicación a más de 2.700 metros sobre el nivel del mar y su atmósfera misteriosa lo convierten en una de las joyas escondidas de Europa, perfecta para quienes buscan aventuras extremas.
Llegar a este lugar no es fácil. El sendero hacia las ruinas comienza en las antiguas instalaciones de la mina, pero una vez superados los primeros 1.400 metros, el verdadero desafío comienza. La ruta es peligrosa y exige habilidad y resistencia física debido a la escarpada orografía del terreno. La caída podría ser mortal en algunos tramos, lo que ha llevado a este lugar a ser conocido como “el devorador de hombres”.
La mina Mail de Bulard, abierta a finales del siglo XIX, se dedicaba a la extracción de minerales como el hierro y el plomo. Debido a las duras condiciones y la ubicación remota, la mina cerró en 1926, dejando atrás solo ruinas y una historia olvidada por muchos. Hoy, sin embargo, sus restos sirven como un recordatorio de un pasado industrial que aún se siente en el paisaje.
El Machu Picchu europeo ofrece una experiencia única para aquellos que se atreven a recorrer sus desafiantes rutas. Con vistas increíbles a los Pirineos, tanto en invierno como en verano, este paraje invita a los viajeros más intrépidos a descubrir sus secretos, mientras disfrutan de una conexión profunda con la naturaleza y la historia.