Durante la misa de Jueves Santo en la Catedral de Lima, el cardenal Carlos Castillo lanzó un enérgico llamado contra la legislación peruana, acusando al Estado de permitir —por acción u omisión— que el crimen organizado avance con impunidad.

En un mensaje que pocos prelados se atreven a pronunciar desde el púlpito, el arzobispo de Lima se dirigió directamente a los políticos:

“Promulguen leyes justas y deroguen aquellas que favorecen el asesinato libre”, dijo al recordar a las víctimas de extorsiones y sicariato en el país.

En un contexto de creciente violencia, Castillo sostuvo que la situación en el Perú es “trágica” y alertó que los actos más extremos se están normalizando. Asimismo, denunció a los “tiranos que se adueñan del poder”, que destruyen vidas y adoran al dios dinero por encima de la justicia y la vida humana.

Críticas al poder y llamado a recuperar la humanidad

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El religioso también cuestionó a quienes, amparados en un falso discurso de fe, legitiman el desprecio, la marginación y la destrucción a través de mafias, guerras o persecuciones.

“Volver a la fuente”, recuperar la humanidad perdida y rechazar la indiferencia global fue otro de sus mensajes centrales.

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Esta no es la primera vez que Castillo levanta la voz contra los abusos del poder. El pasado Domingo de Ramos, denunció la existencia de mafias con respaldo estatal, afirmando que “la violencia ha sido instaurada por intereses que operan desde dentro del propio Estado”.

Renuncia del arzobispo

Este pronunciamiento se da pocos días después de que Carlos Castillo presentara su renuncia como arzobispo de Lima, al haber cumplido los 75 años, tal como exige el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, el papa Francisco aún no la ha aceptado, y podría extender su mandato por algunos años más.

Pese a su renuncia administrativa, Castillo mantiene su condición de cardenal. Su labor al frente de la arquidiócesis ha sido controvertida, especialmente por su enfoque social y su oposición a sectores conservadores dentro de la Iglesia y la política nacional.

Al finalizar la ceremonia del Jueves Santo, el cardenal realizó el tradicional lavado de pies, símbolo de humildad cristiana, en un acto cargado de significado en medio de la tensa situación nacional.