

Jorge Mario Bergoglio, elegido papa el 13 de marzo de 2013, se presentó al mundo con un sencillo «buenas tardes», rompiendo con el estilo ceremonial. Desde ese momento, su pontificado fue una llamada constante a la humildad, la justicia social y la misericordia.
Francisco fue el primer papa jesuita y no europeo. Su elección llegó tras un discurso que convenció al cónclave sobre la necesidad de descentralizar el poder de la Curia romana. Vivió en la Casa Santa Marta, rechazando los lujosos apartamentos papales, y su día a día estuvo marcado por la sencillez y cercanía.
El pontificado de Francisco fue reformista y disruptivo. Su mayor hito estructural fue la Constitución “Praedicate Evangelium”, que reorganizó el gobierno vaticano, quitó privilegios, creó nuevos dicasterios y centralizó el control financiero.
Combatió con fuerza los abusos sexuales en la Iglesia, implementando protocolos globales y promoviendo la escucha activa de las víctimas, aunque algunos escándalos recientes demuestran que la tarea sigue pendiente.
Francisco redefinió el perfil del papa viajero: no buscó grandes multitudes, sino periferias olvidadas. Su primer viaje fue a Lampedusa, en apoyo a los migrantes. Realizó 47 viajes internacionales, visitando países con minorías católicas, y fue el primero en hablar abiertamente de acogida a homosexuales y divorciados.
Francisco no solo incomodó a los poderosos del mundo, sino también a sectores conservadores de la Iglesia. Enfrentó críticas abiertas, como las famosas “dubia” de cuatro cardenales, o el memorando filtrado que calificó su pontificado de “catastrófico”, escrito por el cardenal George Pell.
Su legado quedará en documentos como “Laudato si’”, una encíclica ecológica que pidió respeto por la Casa Común y abogó por la fraternidad universal. También en su posicionamiento por la paz, como su intento de mediación en la guerra de Ucrania o su denuncia del sufrimiento del pueblo palestino, que incomodó a muchos.
Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, Bergoglio fue químico antes que sacerdote. Fue ordenado en 1969, y vivió la dictadura argentina desde la Iglesia jesuita. En Roma, prefirió siempre los espacios humildes y una vida sin excesos.
Tras su muerte, se ha abierto la Sede Vacante, y pronto se iniciará el cónclave para elegir a su sucesor. El reto será enorme: dar continuidad o romper con el camino iniciado por el papa de los pobres, que, como él mismo dijo en su elección, vino “desde el fin del mundo” para sacudir los cimientos del Vaticano.