

Dos guardias suizos, firmes e imperturbables, custodian día y noche el féretro del Papa Francisco en la capilla privada de su residencia en la Casa Santa Marta, donde decidió vivir durante su pontificado en lugar del majestuoso Palacio Apostólico. A su lado, una vela encendida, un puñado de flores, y oraciones silenciosas de religiosos, monjas y empleados vaticanos, únicos autorizados a despedirse del pontífice en un clima de profunda reverencia.
El cuerpo de Jorge Mario Bergoglio, fallecido este lunes a los 88 años por un ictus tras meses de complicaciones respiratorias, reposa en un féretro de madera sencillo, tal como él mismo dispuso. La capilla ardiente, instalada en la planta baja de Santa Marta, no está abierta al público, y se accede con acreditación, bajo estrictas medidas de seguridad y control de identidad.
El legado incómodo: Las renuncias y destituciones por pederastia durante el papado de Francisco
Dentro del recinto, reina un silencio absoluto. El ataúd del Papa está cubierto con tela roja y su cuerpo viste paramentos púrpura y una mitra blanca. Entre sus manos, un rosario. El crucifijo de madera que lo acompaña y una inscripción en latín en el techo triangular —"Veni Sancte Spiritus reple tuorum corda fidelium"— envuelven el lugar con una solemnidad conmovedora.
El acceso es limitado, riguroso y vigilado por agentes de seguridad vestidos de civil. A lo largo del martes, comenzaron a llegar figuras de peso del ámbito eclesiástico y político, como el presidente de Italia, Sergio Mattarella, y varios cardenales, algunos ya con la mirada puesta en el próximo cónclave.
Universidades de élite de EE.UU. acusan a Trump de “interferencia política sin precedentes”
La última oración antes del funeral
Quienes cruzan los pasillos de Santa Marta lo hacen en silencio, bajo la mirada vigilante de santos y vírgenes. El recorrido culmina en la capilla, donde los fieles —muchos de rodillas, algunos con lágrimas— se detienen ante el cuerpo del Papa para orar o simplemente inclinar la cabeza. A sus pies, flores blancas y amarillas, los colores del Vaticano.
Una mujer que intenta usar su teléfono es rápidamente reprendida y despojada del aparato por un gendarme. La escena, aunque breve, reafirma el tono solemne del momento. Nadie más rompe el clima: se reza, se medita, se guarda silencio.
El miércoles, el cuerpo será trasladado a la basílica de San Pedro para su exposición pública ante los fieles. El funeral se celebrará el sábado, y el Papa Francisco descansará definitivamente en una cripta sencilla en la basílica de Santa María la Mayor, en línea con su espíritu humilde y austero.