

Cada 21 de julio, el mundo celebra el Día Mundial del Perro, una fecha que deja de ser solo un homenaje emotivo para convertirse en una oportunidad de destacar el impacto real y comprobado que los perros tienen en la salud de las personas.
Diversas investigaciones científicas han demostrado que los perros pueden influir profundamente en la salud física, mental y emocional de sus tutores, desde la infancia hasta la vejez.
Un informe de la Universidad de California en Davis (UC Davis) señala que los perros ayudan a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, además de aliviar la soledad y fomentar el ejercicio físico regular.
La Mayo Clinic respalda esta afirmación: “Tener un perro obliga a moverse”, explican sus especialistas, y agregan que quienes conviven con perros tienen mayor probabilidad de realizar actividad física diaria, lo que fortalece el corazón, los músculos y las articulaciones.
Caminar 30 minutos al día con un perro puede reducir el riesgo de enfermedad coronaria, osteoporosis, cáncer de colon y mama, y diabetes tipo 2. Incluso ayuda a alcanzar un sueño más profundo y reparador.
Un estudio británico de 2019 reveló que las personas con perro caminan en promedio 300 minutos por semana, es decir, 200 minutos más que quienes no tienen mascota, con una mejora visible en sus niveles de ansiedad, estado de ánimo y condición física.
La revista PLOS ONE publicó un estudio que examinó cómo distintas actividades con perros (jugar, acariciar, caminar, alimentar) afectan la actividad cerebral. Los resultados fueron contundentes: aumentan las ondas alfa y beta, asociadas a relajación emocional y atención sin estrés.
Acciones como masajear o cepillar a un perro activan zonas cerebrales vinculadas a la coordinación motora y enfoque sensorial, demostrando que estas interacciones tienen efectos terapéuticos y aplicaciones en intervenciones asistidas por animales.
Según la Universidad de Harvard, acariciar suavemente a un perro puede estimular la liberación de oxitocina, conocida como la hormona del amor. Esta sustancia está relacionada con sentimientos de conexión, pertenencia y bienestar emocional.
Las personas mayores encuentran en sus perros una fuente constante de bienestar físico y emocional. De acuerdo con UC Davis, los adultos mayores que viven con perros reportan menos estrés, menos soledad y una mejor calidad de vida.
En pacientes con Alzheimer o demencia, los perros pueden reducir la angustia, depresión y aislamiento. Además, promueven rutinas diarias que estimulan la memoria y actividad motora.
A nivel cardiovascular, Harvard sostiene que tener un perro puede disminuir el riesgo de hipertensión y mejorar el control de la presión arterial.
El American Kennel Club, citando al Human Animal Bond Research Institute, informa que el 85% de las personas considera que los perros reducen la sensación de soledad.
La Mayo Clinic añade que los tutores de perros interactúan más con otras personas y tienen menor riesgo de depresión, enfermedades cardíacas y deterioro cognitivo. Incluso en contextos laborales, tener un perro disminuye el estrés relacionado con el trabajo y aumenta la motivación para salir al aire libre.
La doctora Beth Frates, de Harvard, afirma: “Los perros son grandes maestros del mindfulness. Viven en el presente, guiados por sus sentidos. Caminar con un perro y prestar atención al entorno es una forma efectiva de reducir el estrés”.