

En trayectos cortos —por ejemplo, 5 kilómetros—, andar en bicicleta puede ser hasta cuatro veces más eficiente que caminar, según un reciente estudio científico. Pero la diferencia no se limita a la velocidad: se trata de cómo el cuerpo usa la energía y reduce el esfuerzo muscular.
Mientras caminar implica impactos repetitivos, balanceos musculares amplios y microfrenadas, pedalear genera un movimiento circular continuo que evita esas pérdidas. “Al caminar o correr, caemos hacia adelante de forma controlada con cada paso”, explica Anthony Blazevich, profesor de Biomecánica en la Universidad Edith Cowan (Australia).
El uso de engranajes ajustables permite que los músculos trabajen en su rango óptimo de fuerza, maximizando el rendimiento. “Es como tener un asistente personal de eficiencia muscular”, resume Blazevich. Gracias a las ruedas y la tracción continua, la bicicleta actúa como una extensión biomecánica del cuerpo humano.
Más allá del rendimiento físico, pedalear se asocia con mejoras en la salud cardiovascular, metabólica y mental. Un estudio publicado en Frontiers in Sports and Active Living, con datos de más de 700.000 personas, encontró que andar en bicicleta regularmente reduce entre 17% y 30% el riesgo de mortalidad por cualquier causa.
El mayor impacto se observó al pasar de no pedalear a hacerlo al menos 100 minutos por semana. Incluso en adultos mayores que pedaleaban entre 91 y 357 minutos semanales, la mortalidad bajó entre 28% y 35%.
En relación a la diabetes tipo 2, el mismo estudio reveló que iniciar el ciclismo en la mediana edad puede reducir en 20% el riesgo de desarrollarla. Lo más sorprendente: estos beneficios persisten incluso en ciudades altamente contaminadas, con una reducción de 17% en la mortalidad, independientemente de la calidad del aire.
De acuerdo con la Cleveland Clinic, el ciclismo fortalece el corazón, mejora la función pulmonar y aumenta la fuerza muscular sin castigar las articulaciones. “Una de sus principales ventajas es que es una actividad de bajo impacto”, explica la fisioterapeuta Jaclyn Kubiak.
Además, mejora la postura, el equilibrio y la coordinación, lo que lo hace ideal para personas mayores o en recuperación. Pedalear activa cuádriceps, glúteos e isquiotibiales, mientras que el equilibrio sobre dos ruedas entrena los músculos del núcleo, esenciales para la estabilidad corporal.
A nivel mental, libera endorfinas, reduce la ansiedad y la depresión y puede adaptarse a cualquier nivel de condición física: desde un paseo tranquilo hasta un entrenamiento intenso.
En Queensland (Australia), el gobierno promueve la bicicleta como herramienta de salud y eficiencia urbana. El 79% de los trayectos de menos de 5 km se hacen en auto. Fomentar el uso de bicicletas podría reducir la congestión, las emisiones de carbono y los costos en salud pública.
Un informe danés citado por Frontiers in Sports and Active Living estimó que recorrer 1 km en bicicleta cuesta menos de la mitad que en automóvil, considerando mantenimiento, tiempo y salud. Un modelo británico calculó que aumentar en solo 3 km diarios el uso de la bicicleta podría ahorrar £17.000 millones al sistema de salud en 20 años.
En el plano laboral, quienes se desplazan en bicicleta tienen menos ausentismo y mayores niveles de satisfacción. Estudios británicos muestran que los ciclistas tienen, en promedio, un día menos de baja laboral por año.
Aunque existen riesgos de colisión, los estudios indican que son relativamente bajos, especialmente en ciudades con ciclovías protegidas. El beneficio para la salud supera hasta 25 veces el riesgo de accidente, incluso en entornos urbanos densos.
Tampoco la contaminación del aire anula los efectos positivos. Investigaciones recientes concluyen que, salvo en condiciones extremas, los beneficios del ejercicio físico superan los perjuicios del aire contaminado. Incluso en Delhi, una de las ciudades más contaminadas del mundo, se determinó que hasta 45 minutos diarios de ciclismo siguen siendo saludables.
Un punto a tener en cuenta: al no ser una actividad de impacto, el ciclismo no mejora la salud ósea. Por eso, se recomienda complementarlo con ejercicios que estimulen la densidad ósea, como saltos o caminatas con peso.