En el primer operativo, agentes antidrogas intervinieron una vivienda en el centro poblado de Macaymarca, provincia de Yunguyo, donde arrestaron a una pareja que almacenaba 176 kilos de cocaína distribuidos en 169 paquetes tipo ladrillo. El cargamento estaba listo para cruzar la frontera hacia Bolivia, donde tendría un valor superior a los 250,000 soles en el mercado ilegal.
Poco después, en la ciudad de Juliaca, una segunda intervención detectó 38 paquetes de cocaína ocultos en cajas de mandarinas dentro de un vehículo de pasajeros con destino a Moho. Las frutas eran utilizadas como camuflaje para burlar los controles policiales.
Estas acciones muestran cómo el narcotráfico en el sur del país ha evolucionado, utilizando cada vez métodos más creativos como el uso de productos perecibles, vehículos adaptados e incluso correos humanos.

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A nivel nacional, otras operaciones recientes revelan un patrón similar. En Lima, la policía decomisó 120 kilos de marihuana en San Martín de Porres, mientras que en el Callao, se incautaron 317 kilos de cocaína con destino a Europa, presuntamente vinculados al cartel de Sinaloa. Además, en Cusco, fue intervenida una avioneta boliviana que transportaba droga hacia Centroamérica.
El uso de rutas terrestres hacia Bolivia y el crecimiento de conexiones aéreas y marítimas han encendido las alertas de las autoridades. La presión policial ha obligado a las mafias a diversificar sus estrategias, pero también ha permitido decomisos más frecuentes y detenciones claves.
La lucha contra el narcotráfico sigue siendo un desafío constante para las fuerzas del orden, que ahora enfrentan rutas más complejas, camuflajes ingeniosos y redes internacionales bien articuladas.