La llama sagrada de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2026 fue encendida este miércoles en la antigua Olimpia, en Grecia, dando inicio al tradicional relevo que llevará el fuego hasta Italia para la inauguración de Milán-Cortina 2026.
Debido al mal tiempo, la ceremonia —que desde 1936 se realiza entre las ruinas del recinto arqueológico— tuvo que trasladarse al museo de Olimpia, donde se preservó el ritual inspirado en los Juegos de la Antigüedad.
“Apolo, dios del sol y del ideal de la luz...”, pronunció la actriz griega Mary Miná, en su rol de Gran Sacerdotisa, antes de encender la antorcha rodeada de sacerdotisas y vestales, tal como dicta la tradición.
La llama emprende ahora un recorrido de 63 días, pasando por diversas ciudades de Grecia y las 110 provincias de Italia, hasta llegar el 6 de febrero al estadio San Siro, donde se celebrará la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno.
El fuego utilizado para el acto oficial fue encendido dos días antes sin métodos artificiales, como en la Antigüedad, durante un ensayo aprovechando una breve pausa del clima tormentoso en el sur de Grecia.
La Gran Sacerdotisa utilizó un espejo cóncavo, dispositivo que concentra los rayos del sol sobre una antorcha. La llama, según los organizadores, tardó solo siete segundos en encenderse. Ese fuego original fue conservado para la ceremonia de este miércoles.
“Esta ceremonia nos recuerda que los Juegos buscan unir a las personas en un ambiente de amistad y respeto”, destacó Kirsty Coventry, presidenta de la Comisión de Coordinación del COI.
En la Antigüedad, las guerras entre ciudades griegas se suspendían durante los Juegos para permitir la participación de todos.
“Hoy, cuando la llama comienza su viaje hacia Milán y Cortina, celebramos los mismos ideales de armonía y unidad que inspiraron los Juegos antiguos”, sostuvo Giovanni Malagó, presidente del comité organizador italiano.
Tras el encendido, la sacerdotisa entregó la antorcha denominada “Essenziale”, un diseño italiano elaborado con aluminio reciclado, al primer portador: el remero griego Petros Kaitatzís, medallista de bronce en París 2024.
Luego, Kaitatzís pasó la llama a la italiana Stefania Belmondo, leyenda del esquí de fondo con diez medallas olímpicas, incluidas dos de oro, obtenidas entre 1992 y 2002.