La relación entre el régimen de Nicolás Maduro y la dictadura iraní va más allá del intercambio energético y comercial. Según una investigación publicada por el medio Infobae, existe una estructura paramilitar iraní operando en Venezuela, vinculada directamente a la Fuerza Quds, el brazo de operaciones en el extranjero de la Guardia Revolucionaria Islámica, especializada en inteligencia y guerras asimétricas.

Según el informe, la red está encabezada en Venezuela por Ahmad Asadzadeh Goljahi, oficial iraní que dirige el denominado Departamento 11000, una unidad señalada por Israel como responsable de complots terroristas en varios países. Este grupo habría estado involucrado en intentos de asesinato de diplomáticos israelíes y en operaciones encubiertas en América Latina.

Asadzadeh también estaría vinculado al Departamento 840, responsable de asesinatos selectivos en el exterior. Tras la muerte del general Qassem Soleimani en 2020, el oficial iraní habría tenido la misión de coordinar represalias contra los responsables del ataque.

Otro actor clave es Mostafa Shanghaghi, agente de la Fuerza Quds con cobertura diplomática en la embajada iraní en Caracas. Shanghaghi mantiene una presencia constante junto a Maduro y realiza frecuentes viajes entre Teherán y Caracas, acompañado por otros presuntos agentes iraníes que operarían bajo la protección del régimen chavista.

A esta red se suma Hadi Gaeini, responsable en Venezuela de la estatal iraní de radiodifusión IRIB, señalado como enlace histórico entre Irán y organizaciones como Hezbollah y Hamas.

La presencia iraní en Venezuela se remonta a la era de Hugo Chávez, quien abrió las puertas a Teherán como parte de su estrategia de confrontación con Estados Unidos e Israel. Desde entonces, Caracas habría facilitado logística, documentación y recursos estratégicos a agentes iraníes y a redes aliadas en la región.

No obstante, analistas advierten que la capacidad real de Irán para brindar apoyo militar efectivo a Venezuela es limitada, especialmente tras los recientes ataques israelíes que expusieron la vulnerabilidad de sus sistemas defensivos. A más de 11 mil kilómetros de distancia, la ayuda de Teherán sería principalmente simbólica.