

Santa Rosa de Lima, nacida como Isabel Flores de Oliva, dejó una huella imborrable en la historia, reconocida tanto por su devoción como por los milagros que se le atribuyen. Entre estos se destacan la curación de enfermos de viruela, la aparición de agua de una roca, la liberación de Lima de un ataque pirata, e incluso su intervención en Filipinas, donde se dice que guió a los locales en su huida de los japoneses.
Aunque la veracidad de estos milagros pueda ser objeto de debate, su padre, Gaspar Flores, estaba convencido de ellos. En el libro “Santa Rosa de Lima” de José Antonio del Busto Duthurburu, se menciona que Gaspar reconoció públicamente los prodigios atribuidos a su hija en una solicitud al rey, donde escribió: “Por los muchos milagros que hizo en vida y muerte”.
La fe en estos milagros no se limitó a su familia. El papa Clemente X la canonizó en 1671, reconociendo su santidad y declarándola patrona del Nuevo Mundo, es decir, de América.
Según la historiadora Ybeth Arias, en el programa ‘Sucedió en el Perú’ de TV Perú, “en la beatificación se aceptaron cinco milagros, y en la canonización, cuatro más, muchos de los cuales ocurrieron fuera de América, en ciudades como Amberes y Sevilla, relacionados principalmente con curaciones milagrosas”.
El proceso que llevó a Santa Rosa de Lima a ser declarada santa comenzó con su beatificación por el papa Clemente IX en 1668, quien la designó patrona de Lima y de los reinos del Perú. Tres años más tarde, el papa Clemente X la proclamó patrona de toda América y Filipinas, consolidando su influencia espiritual en dos continentes.
El legado espiritual y personal de Santa Rosa de Lima
Más allá de los milagros y su canonización, Santa Rosa de Lima es recordada por su profunda espiritualidad y sus contribuciones al pensamiento teológico. Aunque vivió en una época en la que las mujeres no tenían acceso a educación formal, su saber teológico era admirado. José Antonio del Busto Duthurburu destacó que “no era Rosa una ignorante teológica... fue enterada pensadora. Sus conocimientos sobre Dios, fruto de sus meditaciones, fueron altamente valorados, a pesar de no tener estudios superiores ni acceso a bibliotecas”.
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Su confesor, fray Juan de Lorenzana, un destacado teólogo de la Universidad de San Marcos, también reconoció su profundidad espiritual. Según Del Busto Duthurburu, Santa Rosa mereció la admiración de este gran teólogo por su singular devoción y fortaleza.
Finalmente, Martina Vinatea, directora de Estudios Indianos de la Universidad del Pacífico, subraya en su artículo “Santa Rosa de Lima, beata” que Rosa convirtió a Lima en un altar, un lugar sagrado donde sus reliquias, según se cree, exhalan fragancias que benefician tanto al cuerpo como al alma.