

A los 50 años y luego de más de dos décadas de entrega al deporte, Elena Keldibekova dijo adiós a las canchas en un emotivo partido que marcó el cierre de una historia inolvidable en el voleibol peruano.
Conocida por su carisma, liderazgo y la famosa “patadita” que clasificó a Perú al Mundial de 2010, Keldibekova colgó la camiseta profesional tras el triunfo de Atlético Atenea sobre Rebaza Acosta, por la definición del séptimo puesto de la Liga Nacional Superior de Vóley.
Entre aplausos y lágrimas, la exarmadora rompió en llanto al final del partido, visiblemente conmovida por los recuerdos acumulados desde su lejana infancia en Kazajistán hasta su consagración en el Perú. El momento más emotivo llegó cuando su hijo ingresó a la cancha con un ramo de flores para homenajearla, generando un instante que quedará grabado en la memoria del deporte nacional.
“No esperaba a mi hijo, eso me sorprendió. Esta valoración al trabajo y a la persona es lo que más me conmueve. Agradezco al público que me sigue reconociendo y saludando a pesar del paso de los años”, expresó entre lágrimas.
Pero su retiro no significa un adiós total. Keldibekova continuará vinculada al Club Atlético Atenea desde una nueva función y seguirá compartiendo su experiencia como entrenadora en una academia de formación para nuevas generaciones de voleibolistas.
“Todavía sigo acá. Ahora toca enseñar y demostrar todo lo que sé. Mi meta es hacer crecer a las jugadoras desde la cancha”, señaló con firmeza.
Nacida en Almatý, Kazajistán, en 1974, Keldibekova llegó al Perú en 1994 y debutó con la selección nacional en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Jugó en clubes de Alemania, Italia y Azerbaiyán, y fue reconocida internacionalmente como una de las mejores armadoras del continente.
Sin embargo, su jugada con el pie —la icónica “patadita”— en el Sudamericano de 2009 que permitió a Perú clasificar al Mundial de Japón 2010, consolidó su estatus de leyenda.
Hoy, Elena no solo se despide como jugadora, sino que renace como formadora. Su pasión, entrega y ejemplo seguirán vivos en cada joven voleibolista que inspire.