

El 14° Dalai Lama, Tenzin Gyatso, ha reavivado la controversia sobre su sucesión durante una conferencia en Dharamshala, India, al declarar que únicamente su fundación, el Gaden Phodrang Trust, tiene la autoridad para reconocer a su futura reencarnación.
Esta afirmación profundiza el choque con China, que insiste en que el proceso debe seguir sus leyes y “rituales religiosos y convenciones históricas” avaladas por Pekín. La pugna cobra fuerza justo cuando el Dalai Lama se acerca a sus 90 años, poniendo en el centro del debate la autonomía del Tíbet y la libertad religiosa de su pueblo.
En el budismo tibetano, la reencarnación del Dalai Lama es un proceso espiritual milenario, que involucra visiones, pruebas y la aprobación de altos lamas, tradicionalmente liderado por el Panchen Lama. Sin embargo, desde la anexión del Tíbet por China en 1950, Pekín busca controlar también esta tradición para afianzar su dominio político y cultural en la región.
La historia reciente del Tíbet está marcada por la huida del Dalai Lama en 1959, masivas protestas y represiones, así como políticas que amenazan la identidad cultural tibetana. Mientras Pekín defiende estas acciones como impulsoras del desarrollo económico en la zona, la comunidad internacional y activistas denuncian la violación de derechos humanos y la erosión de las libertades religiosas.
Esta disputa por la sucesión del Dalai Lama no es solo una cuestión religiosa, sino un símbolo del enfrentamiento por la soberanía tibetana y el respeto a sus tradiciones ancestrales.