La imagen de la biblioteca como un lugar silencioso y rígido quedó atrás. En el Perú, un colegio demuestra que estos espacios pueden reinventarse y convertirse en verdaderos laboratorios de ideas, tecnología y creatividad.

El Colegio de la Inmaculada, en Lima, ha dado un paso más allá con la creación del Centro de Recursos para la Educación y el Aprendizaje (CREA), una biblioteca moderna donde la lectura, la innovación y la tecnología se combinan para ofrecer una experiencia educativa única.

Con mobiliario flexible, estaciones digitales y un catálogo en línea accesible desde cualquier dispositivo, el CREA permite a los estudiantes explorar nuevas formas de aprender, crear y compartir conocimiento.

Pero no se trata solo de leer libros: en el CREA se realizan cuentacuentos, funciones de títeres, proyecciones de cortometrajes y actividades creativas como el “encuentro a ciegas con un libro”. Además, se celebra anualmente el reconocimiento al Top Reader, que premia a los alumnos más apasionados por la lectura.

Con más de 70 mil volúmenes disponibles, este espacio se ha convertido en un lugar vivo que une tradición y modernidad, donde los estudiantes investigan, reflexionan y trabajan en equipo.

“Nuestra biblioteca dejó de ser un lugar para guardar libros y se convirtió en un entorno que inspira a los estudiantes a investigar, crear y soñar”, explica José Carlos Yrigoyen, asesor pedagógico de comunicación del Colegio de la Inmaculada. “Queremos que cada uno encuentre aquí las herramientas para convertirse en un ciudadano global, crítico y comprometido”.

El impacto del CREA es aún más significativo si se observa el panorama nacional. Según el Ministerio de Educación, en el Perú existen más de 45 mil colegios públicos, pero solo el 8% cuenta con una biblioteca escolar. En el sector privado, la cifra es incluso menor al 1%.

Además, datos de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) revelan que solo 512 gobiernos locales, de los 1,874 existentes, disponen de una biblioteca implementada. Esta brecha limita el acceso de miles de estudiantes a espacios de lectura y aprendizaje.

El CREA se posiciona así como un modelo de innovación educativa, una “revolución silenciosa” que transforma la manera en que los jóvenes se relacionan con el conocimiento. Su ejemplo podría inspirar a más instituciones del país a repensar el verdadero rol de sus bibliotecas y apostar por una educación más abierta, creativa y tecnológica.